El estar en contacto con la naturaleza. Me crie cerca de las montañas y rodeado de este medio ambiente me hace sentir vivo, me da tranquilidad. Cuando subo a mi bicicleta siento que todo está bien, como cuando era niño, no hay nada de que preocuparme y disfruto al máximo pedalear, en ocasiones solo y a veces con mi novia. La convivencia con las personas que están inmersas en esta disciplina es increíble. Son excelentes seres humanos que siempre están dispuestos a ayudar y colaborar, eso es lo más bonito que tiene este deporte. Los amigos que he hecho a través del enduro es algo que aprecio mucho y le agradezco a esta disciplina.
¿Además del ciclismo, cual es tu pasatiempo favorito?
Te aclaro que el ciclismo no es mi pasatiempo, sino mi vida entera. Toda mi existencia ha girado en torno a una bicicleta, es un vehículo que me ha dado lo que tengo. Y bueno, mi pasatiempo preferido es descansar y estar al lado de mi novia, platicar mucho con ella, comer todo lo que veamos, conocer pueblitos a través de sus tradiciones y soñar.
¿Cómo te iniciaste en este deporte?
Es un gusto un tanto raro porque en mi familia nadie es ni ha sido deportista, sin embargo, desde que recuerdo me ha encantado estar en movimiento. Mi comienzo en el deporte fue a los ocho años, cuando jugaba futbol en la primaria, posteriormente, al entrar a la secundaria lo dejé porque me gustó más el relajo con mis amigos, tenía que vivir ese periodo de adolescente.
Al finalizar esta etapa escolar, comencé a trabajar y pude comprarme una bicicleta de ruta para poder cumplir un sueño: seguir a los peregrinos que pasaban en bici cerca de mi casa y rodar con ellos solo para saber “qué se sentía”. Así fue que me enamoré de la bicicleta, desde ese momento nunca más quise bajarme de una.
Conforme pasó el tiempo me percaté de que la carretera me empezaba a aburrir, pero no la bicicleta. Lo que pasaba era que yo quería ir más allá, donde el monte se miraba azul, donde había muchos árboles y animales, donde nadie te tocaba el claxon, donde solo estabas tú y la naturaleza; moría por ir ahí. Así que vendí mi bici y seguí trabajando para comprar mi primera bicicleta de montaña a los 17 años, con ella cumplí mis sueños de ir a todos los lugares que imaginé.
Recuerdo que a veces salía de mi casa a las cinco de la mañana con solo 50 pesos en la bolsa y regresaba a las ocho de la noche muy cansado, pero feliz de haber ido “a un lugar más”.
Hice eso muchas veces cuando tenía tiempo, porque seguía trabajando y estudiando la prepa abierta. Un día conocí a gente que sabía más de este mundo, porque yo siempre había estado solo en la bici. Estas personas me invitaron a una carrera de cross country y gané en mi categoría “avanzados”. Yo no sabía ni en cuál división debía ir, pero ese fue el detonante para que empezara a querer hacer algo muy grande arriba de la bici, y desde ese momento he perseguido ese sueño.
Ese mismo año pasé a elite; corrí mucho tiempo cross country y empecé a hacer amigos, que a veces invitaba a mis travesías de 15 horas y me daba cuenta que estaba solo nuevamente. Pero había algo que siempre me llamó la atención desde niño: las veredas, caminaba mucho antes y cuando tenía mi bici las recorría en ella.
Me fascinaba subir pedaleando a lo más alto de las montañas y bajar por una vereda a mi casa, siempre han sido mi locura las veredas; tiempo después, gracias a esa pasión conocí el enduro a través de un gran amigo, quien me ayudó y lo sigue haciendo a introducirme en las carreras y dentro de esta disciplina, ahora sigo corriendo en la categoría elite y persiguiendo un sueño.
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