En “El diario del Chavo del 8”, escrito por Chespirito, se cuenta un detalle entrañable sobre Jaimito el cartero: Nunca aprendió a montar bicicleta. Aun así, debía cargar con ella a todas partes, porque en su trabajo era un requisito indispensable.
Para evitar que sus superiores descubrieran su secreto y lo despidieran, Jaimito se veía obligado a llevar la bicicleta siempre a su lado, recorriendo grandes distancias a pie, incluso si era solo para entregar una carta. La vergüenza de admitir “a mi edad no sé andar en bicicleta” lo llevaba a soportar esa carga como si fuera un castigo.
Fueron jornadas duras, largas caminatas y mucho esfuerzo silencioso. Sin embargo, nunca dejó de cumplir con su labor, ni un solo día.
Por eso, cuando llegó a la vecindad y solía responder “es que prefiero evitar la fatiga”, no hablaba desde la pereza, sino desde el cansancio de una vida de sacrificios.
Jaimito no era flojo. Era un trabajador incansable… un héroe en silencio.
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